ASÍ AYUDAN Y SALVAN VIDAS EN TURQUÍA Y SIRIA
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Por Fernando Oz
Fotos: Carolina Tedesco Danza
Desde que los seres humanos comenzaron a dejar un registro de sus pensamientos, de las marcas del tiempo que les tocaba, somos conscientes de que siempre nos ha acompañado la incertidumbre de que algún acontecimiento nos toque la campana de la hora final. Las catástrofes no suelen ocurrir en un horario previsto, simplemente llegan, como los terremotos que sacudieron Turquía y Siria el 6 de febrero y que ya se llevaron al menos 40 mil vidas.
La destrucción no tuvo un epicentro preciso, sino que se expandió por una falla geológica de 300 kilómetros. A ese escenario arribaron 32 socorristas y dos perros enviados por el Gobierno argentino para colaborar en el rescate de sobrevivientes y prestar ayuda a las víctimas.
A la hora de este cierre, seis días después de partir del Aeropuerto de Ezeiza, el equipo informó el rescate de tres personas que se encontraban enterradas entre los escombros de la destruida ciudad turca de Hatay. “Pasó una moto, en la que estaban pidiendo ayuda, y nosotros, al ver la situación, nos desplazamos hasta el lugar y efectivamente había gente con vida debajo de los escombros”, contó uno de los rescatistas.
Estos encuentros son casi milagrosos. Las bajas temperaturas, cercanas a cero grados en toda la región afectada, o incluso inferiores, pueden en ciertas circunstancias facilitar la supervivencia de las personas atrapadas. Los cascotes de hormigón protegen contra el frío extremo y al no hacer calor, el cuerpo no suda y no se deshidrata como lo haría en verano, cuando las posibilidades de sobrevida serían de apenas dos o tres días.
La misión está compuesta por 28 efectivos de la Brigada Especial Federal de Rescate (BEFER) de la Policía Federal Argentina, que por primera vez integran operaciones de rescate en el exterior, y por cuatro representantes de la Agencia Argentina de Cooperación Internacional y Asistencia Humanitaria-Cascos Blancos (ACIAH), de comprobada experiencia en territorios azotados por catástrofes.
“El país está devastado, el dolor de la gente se siente en el cuerpo”, dijo días atrás Daniel Iglesias, jefe del grupo de rescate, a la agencia estatal de noticias Télam. Aunque el oficial de la Policía Federal sabía que habían llegado a la zona cero “muy sobre el límite” para rescatar personas con vida, sin embargo, ya lograron salvar a tres.
En el equipo también se encuentra Verónica Ayala, la coordinadora de Operaciones y Logística para Misiones de Asistencia en Terreno de Cascos Blancos: una funcionaria que lleva el voluntarismo en las venas y cuyo nombre es legendario en la organización humanitaria donde comenzó a trabajar en 2005. Conoció la destrucción de los terremotos durante las misiones que realizó en Haití, asistió en zonas de inundaciones, socorrió a las víctimas de la tragedia en la estación de Once (52 muertos y 789 heridos) y estuvo presente en Polonia y Rumania, prestando ayuda a los refugiados que huían de la guerra en Ucrania. “La situación es desoladora. Hubo muchísimas pérdidas de vidas humanas, de viviendas, de edificios… es mucho el daño”, aseguró Ayala desde Turquía.
Iglesias, por su lado, también explicó que “la zona devastada es muy amplia, la extensión del territorio que afectó el sismo es tan grande como Portugal. Los 84 equipos de rescate que llegaron de todo el mundo no dan abasto”, detalló desde el campamento en la ciudad de Hatay, donde comparten el centro de operaciones con rescatistas de Australia, Rumanía, Francia y España.
Luego de que Turquía aceptara el ofrecimiento del gobierno argentino para recibir asistencia humanitaria y que nuestra delegación viajara, la titular de la ACIAH, Sabrina Frederick, mantuvo una nueva reunión con el embajador argentino de Siria, Sebastián Zavalla, desde la cual confirmó el inicio de los preparativos para que la misión humanitaria pueda desplazarse a esta otra región asiática, en cuya frontera también se produjeron “miles de muertes, heridos y daños materiales y simbólicos de incalculable magnitud”.
El ofrecimiento, al igual que el que se hiciera a Turquía, abarca personal de logística para la coordinación de la asistencia humanitaria y especialistas en el trabajo en bodegas, el manejo de la recepción y clasificación de las donaciones y la gestión de campamentos y albergues. Además, claro, del envío de pastillas potabilizadoras de agua y desinfectantes para responder a necesidades de saneamiento e higiene (junto con los capacitadores para que la población aprenda el uso de estos insumos) más la donación de medicamentos e insumos medicinales específicos para este tipo de desastres. ∞
“La situación es desoladora. Hubo muchísimas pérdidas de vidas humanas, de viviendas, de edificios… es mucho el daño”.
Verónica Ayala