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MIGRACIONES. Óscar Camps, el socorrista del Mediterráneo

Se llama Óscar Camps y es el fundador de Open Arms, una organización humanitaria que protege las vidas de las personas abandonadas en aguas internacionales que huyen de conflictos bélicos, persecución o pobreza. Una vez en tierra, el catalán colabora con equipos sanitarios de respuesta inmediata. Por ello, a sus acciones ahora suma la asistencia a los miles de refugiados que escapan de la guerra que estalló en Ucrania tras el inicio de la invasión rusa, misión que comparte con la ONG Solidaire, dirigida por Piñeyro.

“SI ESTO SE ALARGA EVIDENTEMENTE SERA CATASTROFICO” 

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Por Fernando Oz

Oscar Camps Gausachs (Barcelona, 1963) no sólo es el fundador de la ONG Open Arms: en septiembre cumplirá siete años embarcado en una batalla humanitaria. Comenzó en un remolcador de bandera española rescatando a 163 personas del mar Mediterráneo que huían de Libia. Desde entonces su organización ha salvado a 62.720 personas.

El timón de su vida giró 180 grados cuando la foto del cadáver del niño de cinco años Aylan Kurdi tendido sobre una playa en 2015 sacudió las portadas de todos los diarios del mundo. Ahora diferentes gobiernos de la vieja Europa lo tienen en la mira y lo acusan de promover la inmigración ilegal. Incluso varios políticos de centro derecha lo han amenazado con enviarlo a prisión, a lo que el catalán les contestó a todos lo mismo: “De la cárcel se sale; del fondo del mar, no”

Los aportes a las arcas para mantener la independencia económica de Open Arms ascienden los 3,2 millones de euros, el 80 por ciento proveniente de donaciones privadas. Pese a esa suma, Camps explica en esta entrevista a GENTE que “lo más complicado es obtener los medios y los recursos para poder seguir financiando esto. No es nada fácil. Como en todos los grandes conflictos o catástrofes, las primeras semanas hay un vuelco y una solidaridad global muy grandes, pero se desinflan. Fíjate que el conflicto en Ucrania cada vez está más duro, los bombardeos en el Este son peores, comienzan a verse grandes bajas en la parte ucraniana, cada vez la cosa es peor y cada vez tenemos menos recursos. La solidaridad tiene su recorrido, pero en un momento afloja”

La ayuda que los gobiernos ofrecen a Ucrania no logra abastecer las demandas de la crisis humanitaria que desató la guerra. Uno de los inconvenientes de los refugiados es que la gran mayoría no sabe hacia dónde ir y muchos deambulan por media Europa. “La Unión Europea decidió darles la condición de ciudadanía y de movimiento durante tres años, tienen servicios médicos y educación garantizada, pero nada más. Entonces, hay entidades y organizaciones que se han predispuesto a acogerlos durante un tiempo, en previsión de que este conflicto fuera mermando, pero si esto se alarga evidentemente será catastrófico”, advierte el “socorrista del mediterráneo”, mote que se ha ganado. 

Lo que les ocurre a los refugiados en Europa es similar a lo que le sucedió a Bohdan Holovchak, el primer refugiado ucraniano en llegar a Buenos Aires, que no tenía a dónde ir y terminó en el departamento de este reportero por varios días hasta que con ayuda de amigos logramos brindarle un lugar en la provincia de Misiones. “Ahora estamos haciendo el trabajo de encontrarles un sitio en España. Todo es complejo y no hay tanta ayuda oficial como se cree”, dice Camps mientras mira la cola de ucranianos que avanzan hacia la caravana de micros que los trasladará al vuelo que pilotea Piñeyro: en mismo lugar por el que pasó Bohdan hace poco más de un mes.

Luego recuerda que en el vuelo anterior “había muchas personas que habían salido de la acería de Azovstal. Algunas, antes de estar en esta misma cola de gente, venían de enterrar a sus maridos… Esta guerra ya comienza a ser atroz -afirma-. Se puede distinguir en el rostro de los refugiados. En los primeros vuelos había gente que buscaba un sitio para resguardarse, y por eso la mayoría tenía cara de expectativa. Pero los que viajan ahora tienen muchos muertos en sus familias: maridos, padres, hermanos, hijos… ¡Y sus caras son de espanto!”

Lo entiendo. Me muerdo el labio inferior, trago saliva y le pregunto cómo hace para mantenerse en pie, cómo se sostiene psicológicamente, cómo no siente que hay un terremoto bajo sus borceguíes. “Cuando tú estás en el mar con cualquiera de los refugiados que huyen de cualquiera de los 56 conflictos armados que ahora mismo hay en el mundo, cuando los ves a la deriva, con niños igual que aquí, pero de otro color, y que han perdido algunos de ellos por el camino, dices: ‘¡¿Qué le pasa al mundo?!, ¡¿porqué hay vidas que importan y otras que no?!’ Todo eso afecta, pero hay que seguir adelante”, me responde. 

Y luego apunta a la mezquindad de los gobiernos de turno y a la hipocresía del trato hacia el migrante: “A los que están acá se los busca en avión y los acogerán durante un tiempo, a los otro nada. Nos bloquean los barcos y nos acusan de favorecer la inmigración ilegal, nos criminalizan a nosotros y a ellos. Son náufragos. Muchos quedan a la deriva en aguas internacionales. No hay migrantes en aguas internacionales, hay náufragos. Luego se verá en qué situación administrativa se encuentran, pero en ese momento hay que salvarlos. Eso es lo que realmente es duro y cuesta digerir. Entonces lo llevas como puedes”

Camps rescata el valor de las ONGs donde “la iniciativa civil es inmediata, instantánea, muy rápida y eficiente”, porque carece de la “burocracia” de las grandes organizaciones que “por su estructura, por su peso, tardan mucho tiempo en reaccionar”. También explica que en el caso de Open Arms “los Estados no hacen aportes, es la solidaridad popular”.

Las empresas, especialmente las más importantes, también esquivan el asunto de la crisis migratoria que hay en el mundo. “Estar en el mar haciendo un trabajo muy comprometido es un punto de mira de ese discurso xenófobo de la extrema derecha. Algunas empresas que están muy vinculadas al establishment no quieren tener haters. Pero de la misma manera hay empresarios valientes y personas influyentes que a pecho descubierto deciden apoyarnos porque saben que lo que hacemos es lo que toca, que es la protección de la vida y de los derechos humanos”

Le digo que nadie quiere recibir inmigrantes negros, a lo que agrega “ni musulmanes”. Este viejo lobo de mar no pide nada estrafalario, sino lo básico: “Que todos tengan vías legales y seguras para ejercer el derecho de solicitar refugio. Luego, los países tienen derecho de aceptarlos o no. Lo importante sería que los que huyen no deban comprometer sus vidas lanzándose al mar, para que luego los abandonemos ahí sabiendo que están. Realmente no es necesario que alguien muera”, cierra enfático Oscar Camps.