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¿QUÉ IMPORTA MÁS, LA PERSONA O EL LOGO?

Hay momentos que son para opinar, otros simplemente para reflexionar. Opinar es un derecho como ir a votar, es un acto que genera compromiso. Reflexionar es dudar, considerar, pensar; y es una necesidad del ser humano. Dicho así, la reflexión más que un evento del intelecto es la apertura del espíritu. La opinión es concluyente, un juicio, lo que impone que la información fidedigna sea vital; la reflexión es abierta y puede conducir a rutas sin fronteras, es un proceso mental en el que se analiza y evalúa de manera crítica una idea o experiencia. 

El escenario electoral nos debería invitar a reflexionar en profundidad sobre qué rumbo queremos que tome el lugar donde vivimos, donde nos encontramos nosotros y nuestros vecinos, nuestra trinchera. La reflexión puede ser individual o colectiva. La opinión, por otro lado, es un juicio meramente personal, como el acto de votar. 

Ambos conceptos están intrínsicamente ligados, ya que la reflexión puede generar opiniones, y las opiniones, a su vez, pueden ser el resultado de un proceso reflexivo. Es por eso que ahora es momento de estar muy atentos, de observar y entrar en modo reflexivo, especialmente el elector independiente (justamente al lector que apunta esta diatriba semanal). 

Durante unos escasos 90 días, vamos a ver a los candidatos por todos lados; unas elecciones cortas, por lo general, suelen ser de 120 días. Nos van a ofrecer espejitos de todos los colores y en un mundo donde la información y desinformación nos bombardea continuamente y los cambios son constantes, la reflexión es una herramienta clave para adaptarse y superar desafíos. Ayuda a identificar errores, a aprender de ellos y a mejorar nuestras acciones futuras. A votar mejor.

En el Cantón, el próximo 8 de junio vamos a votar diputados y concejales. Ya saben, mitad de la Cámara, elecciones de medio término, secundarias, pero psicológicamente contundentes. Cada vez que el pueblo vota, su pronunciamiento no se interpreta sólo como la renovación de un conjunto más o menos importante de cargos electivos, sino también como un verdadero plebiscito: como la aprobación o la desaprobación del gobierno, del rumbo por donde vamos. 

¿Alcanzan tres meses para conocer a una persona que es candidata? ¿Es relevante su trayectoria, conocer su mérito, o es más importante la idea que representa, el proyecto? Hay quienes creen que lo que más peso tiene, en términos electorales, es el partido político o la persona de poder a la que se represente. Sucede que hay liderazgos que son más fuertes que sus propias estructuras partidarias. ¿En el Cantón Verde qué es lo que importa más, el candidato o el logo? Husmeen un poco en la palabra logos:  de origen griego, pensamiento, discurso, razón.  La argumentación mediante la palabra.

Hasta no hace mucho tiempo atrás, ningún consultor político, que se digne de ser serio, hubiese aceptado llevar adelante una contienda electoral con un candidato que tenga menos del 60% de conocimiento del electorado. Después se analizaba el resto de los detalles como la imagen negativa, la coyuntura, entre otros. Pero ahora, los nuevos gurúes de la microsegmentación sostienen que esa falencia se resuelve haciendo videítos en las redes, con apoyo de parafernalia tecnológica, incluyendo un menudo ejército de trolls y bots.

Hasta el momento, ninguno de los postulantes a ocupar una banca en la Cámara de Diputados tiene menos del 80% de desconocimiento público. Y lamento informar que los nombres y apellidos, de toda la oferta electoral, que se blanquearán en los próximos días tampoco tienen más que eso.

Hace un mes, uno de los principales actores políticos que tendrá la contienda me definió de manera simplona cómo serán estas elecciones: “Los candidatos no importan, lo que importa es la marca. Elegís Coca-Cola o Pepsi. La sustancia, la idea, está en la marca”. Es decir, el logo. Que nadie se la crea, es el logo.

Cuando las listas de candidatos estén completas, al paso que vamos, caeremos en la realidad de que la única representatividad social de cada uno de ellos será la de una marca partidaria. Las elecciones provinciales serán cortas y sin debates interesantes; posiblemente mediocres. 

El riesgo de obviar a la persona y seguir, disciplinadamente, al logo es dejar abierta la posibilidad de sentar en una banca a un nuevo Kiczka, que entró escondido detrás de una marca. Es momento de reflexionar. 🂡