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Por Fernando Oz
La familia Matsyk vive como puede sobre las ruinas de lo que alguna vez fue su casa, en un barrio de clase media en Bucha, donde se libraron feroces combates entre las tropas ucranianas durante los primeros meses de la guerra. Las viviendas de sus vecinos también fueron arrasadas por los tanques, los morteros y la artillería.
“Nos salvamos porque nos escondimos en el sótano, donde tenía mis herramientas. Estuvimos dos semanas encerrados ahí. Cuando pudimos, nos fuimos y ahora no nos queda otra más que volver a construir nuestro hogar”, cuenta Volodymyr, de 61 años. Junto a él se encuentra su esposa Ludmilal, de la misma edad, y sus hijos Arten de 39 y Bogdan de 24, que se encuentran en una silla de ruedas.
“Los cuatro estuvimos algunos días sin comer. Arten salía cada tanto para buscar alimentos. Fue terrible. Los rusos disparaban a todo lo que movía”, agrega Ludmilal mientras me señala los restos de un soldado ruso incinerado en lo que alguna vez fue su cocina. ∞
